27 de septiembre de 2015

Soy viento de libertad


“… en la cárcel de Barcelona a la espera de ser ejecutado”. TXIKI
“Mañana cuando yo muera
No me vengáis a llorar
Nunca estaré bajo tierra
Soy viento de libertad”.
El dictador y su delfin
Este fue el duro  y digno testimonio que nos dejó el camarada Txiki hace ya 40 años.
 El 30 de julio de 1975 fue detenido por la policía franquista y,  tras ser juzgado por un tribunal militar,  fue condenado a muerte, siendo fusilado el 27 de septiembre de 1975 junto con el también militante de ETA Angel Otaegi y tres miembros del FRAP. 
Estos fusilamientos, acaecidos en el ocaso de la vida del dictador, tuvieron una enorme resonancia mundial siendo varios los países de Europa que rompieron sus relaciones con el Estado española consecuencia del suceso. 
Las ejecuciones no fueron casuales, sino que tenían una función bien clara:  segar los vientos de libertad que los fusilados representaban y que ponían en riesgo la transición  hacia la continuidad del régimen  con formato aparentemente democrático bajo la égida del delfín y cómplice del genocida fascista Francisco Franco, el futuro rey Juan Carlos.  

El objetivo de la continuación del régimen mediante una transición pacífica de nombre (aunque se cobrara cientos de muertos) se aplicó con la misma mano de hierro que tuvo el franquismo, pero jamás pudieron acabar con ese viento de libertad que los fusilados representaban.

Como bellamente expresara el grupo argentino Cotracanto tras la ejecución de la madrugada del 27 de septiembre de 1975: "Septiembre los despidió con todo el pueblo enlutado /  su sueño de libertad no pudo ser fusilado"

1 comentario:

Rafael Domínguez Losada dijo...

Predicar no es dar trigo. Los católicos enseñan a poner el pueblo la otra mejilla, pero no lo practican, quizá porque lo suyo sea razonar a ostias, siempre bien sonadas: en forma de hogueras, cruzadas como la del franquismo, etc. Se van modernizando en eso de redimir al mundo de sus males y ahora utilizan alta tecnología para sus drones, misiles y demás aparatos.
• ¡Para qué precisarían ahora esas prédicas! Ahora creo que a sus medios de hacernos entrar en razón más les conviniese aconsejarnos ponernos bravos porque ya no teman que levantemos el puño en su contra, por la facilidad con que se nos aplastaría y...
• Nada, que igual estoy mareado y quizá l o que me conviene es seguir bebiendo. Así que agur, hermanos y a seguir siendo bueninos.

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